
Nadie me preparó para lo que iba a ver y sentir esa tarde. Era la primera vez que entraba en el centro de Kabanga y aunque había leído informes, visto fotografías y oído historias, la realidad siempre se burla de la teoría.
Y no me refiero al sufrimiento de esos niños y esas familias. Me refiero a la sonrisa, la capacidad de disfrutar, la solidaridad natural, el abrazo sincero que dan a todos, sin importar que todo el mundo se haya olvidado de abrazarlos a ellos.
Afortunadamente, "todo el mundo" fue una generalización injusta, pues hubo mucha gente firmemente comprometida con invertir su talento y tiempo en proyectos para el desarrollo de la sociedad de Kabanga y lo más importante, para hacer un gran equipo de voluntades que permitirá aprovechar mejor los recursos. No hay envidia, no hay competencia.
Gracias a todas las ONG que se han querido unir a este reto. Me siento muy afortunado de conocerlos y tengo la sensación de que vamos a crear algo importante que marcará muchas vidas.
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